Imaginemos una casa recogida, con olor a pan recién horneado y los niños jugando sin peleas. Es el sueño de cualquier padre. Pero no es lo normal. Volvamos a la vida real: hermanos peleándose por el mando de la tele, un progenitor pidiendo por enésima vez que recojan su habitación o se pongan a hacer las tareas que manda un profesor a través de Zoom. La cena huele a quemado y acabamos castigando a nuestros hijos a gritos mientras preparamos una pizza congelada en el horno. ¿Eso nos suena más, verdad?
La solución ideal es que los niños entendiesen nuestros argumentos y cambiaran su comportamiento a la opción que a los adultos nos parece la adecuada. Pero el cerebro de los niños no funciona así. ¿Será entonces que los hijos conspiran para que la vida de sus padres sea un desafío constante? Siento desilusionaros, pero no, lo que ocurre es que su cerebro aún está en desarrollo y la emoción los arrastra. El primer paso para lidiar con los berrinches, las crisis y el desafío es comprender lo que está molestando a un niño.
Los niños actúan por diferentes motivos, pero siempre hay uno detrás de cada conducta, detrás de cada emoción. Entender la motivación de nuestros hijos nos ayudará a analizar el porqué del comportamiento problemático. La modificación de la conducta persigue el cambio del comportamiento a través de técnicas psicológicas que han mostrado su evidencia en cuanto a eficacia. Eso nos permitirá ahorrarnos broncas, frustración y ayudará a los niños y adolescentes a construir sus propios recursos para su desarrollo y bienestar físico y emocional.
¿En qué nos basamos los expertos en comportamiento? Las conductas, también las que queremos cambiar, son resultado de un proceso de aprendizaje, y como tal puede ser cambiado a través de nuevas indicaciones. Por supuesto no es un proceso simple. Para que se produzca un aprendizaje debe haber una concordancia entre las conductas y sus consecuencias, y el primer paso es que los adultos sean coherentes con los resultados que quieren conseguir. Dar ejemplo con nuestra conducta será un referente para que los niños y adolescentes aprendan qué se espera de ellos. Los psicólogos lo llamamos modelado.
Establecer límites para los niños de una manera tranquila y consistente y responder al comportamiento problemático cuando ocurre, se encuentra entre las partes más difíciles de la crianza de los hijos. Acudir a profesionales con adecuada experiencia y formación es el camino para dejar de malgastar energías, aprender a manejar berrinches y empezar a escuchar.